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Nadie se sorprenderá si hablamos de que el mundo de la telefonía móvil es un organismo vivo y en constante evolución en el que las novedades de ayer resultan obsoletas bajo el inaguantable peso del segundero del reloj. Hace poco descubríamos la existencia de un prototipo en el que se sugería la llegada de la fibra de carbono en el futuro Samsung Galaxy S5 y somos testigo de un vídeo en el que la compañía surcoreana avanza lo que podría depararnos el mañana: smartphones flexibles y camaleónicos, a gusto del consumidor.

La firma afincada en Seúl ha presentado en el arranque de la conferencia MobileBeat su visión de lo que será el futuro de los smartphones. Un futuro más ligero, maleable y que en cierto modo podría llegar a estar integrado – aún más si cabe – en nuestros cuerpos a través de la utilización de parches desechables.

De la mano del presidente y director de Estrategia (CSO) de Samsung Electronics, el fabricante surcoreano ha vaticinado que el número de personas que usarán dispositivos móviles crecerá exponencialmente, gracias a que muy probablemente se integrará en ropa, gafas, relojes y otros muchos productos de nuestra vida cotidiana.

Del mismo modo y tal y como muestra el vídeo, se prevé que los smartphones den un paso más allá en la comunicación y permitan obtener datos relativos a la salud de su propietario que podrían ser compartidos con su médico. A este respecto, Sohn ha afirmado en nombre de Samsung que “creemos que el área de la salud es una de las claves de la innovación”.

Con las llegada de móviles que anuncian la posibilidad de dejar su diseño en manos del consumidor y, como ya hemos indicado, smartphones fabricados en materiales cada vez más ligeros y maleables; todo parece indicar que el futuro vaticinado por Samsung se encuentra, paso a paso, un poco más cerca según vamos recorriendo el camino.

El primer gran salto es el factor de forma adaptable: pantallas que se pliegan, se enrollan o cambian de formato según la tarea. Más allá del pliegue clásico, emergen conceptos capaces de doblarse hacia dentro y hacia fuera, así como paneles que se extienden como un pergamino para pasar de teléfono a mini tablet. Esta elasticidad no es solo estética; permite portabilidad y versatilidad real en movilidad.

La ingeniería de materiales apunta a láminas ultrafinas y capas protectoras avanzadas que soportan miles de pliegues. Las bisagras evolucionan hacia mecanismos más precisos y discretos, reduciendo el grosor del conjunto y mejorando la sensación de apertura y cierre. Algunos fabricantes ya combinan aleaciones de grado aeroespacial con vidrios endurecidos tipo Gorilla para elevar la resistencia frente a golpes y arañazos.

El móvil se convierte en un hub de salud conectada: sensores en el propio dispositivo o en parches desechables monitorizan constantes y permiten compartir datos con profesionales sanitarios. La autenticación avanza con biometría multimodal (rostro, huella, voz e incluso retina), reduciendo fricción y elevando la seguridad sin contraseñas.

A medio y largo plazo, se exploran interfaces cerebro‑máquina e integración bioelectrónica que podrían abrir nuevas vías de accesibilidad y control. Aunque son escenarios futuristas, la dirección es clara: más contexto, más datos útiles y experiencias personalizadas que anticipan necesidades.

La realidad aumentada se integrará de forma nativa en la experiencia móvil, superponiendo información digital al mundo real con baja latencia y anclaje preciso. En paralelo, la realidad extendida (XR) unifica AR, VR y MR para experiencias inmersivas. El formato del “teléfono” podría migrar parcialmente a gafas, visores u otros wearables, con pantallas flexibles y ligeras, e incluso propuestas de pantallas transparentes u holográficas proyectadas en la mirada.

Estas interfaces potenciarán usos hoy ambiciosos: traducción en tiempo real, asistencia contextual, telepresencia avanzada, educación inmersiva y, en entornos controlados, tareas profesionales complejas como la telecirugía o la colaboración remota en 3D.

Las redes móviles de próxima generación (más allá del 5G) y Wi‑Fi de última hornada aportarán ancho de banda sostenido y baja latencia, habilitando streaming 8K, cloud gaming y sincronización ubicua. Se investiga incluso la comunicación cuántica para reforzar seguridad y velocidad en entornos específicos.

Los procesadores ganan en potencia y eficiencia, con aceleradores de IA dedicados que permiten interfaces predictivas, asistentes proactivos y personalización profunda. El smartphone será el cerebro que coordina el IoT doméstico, la movilidad urbana y servicios públicos, actuando como mando universal de nuestra vida conectada.

Se consolidan baterías de mayor densidad y carga ultrarrápida que completan ciclos en minutos, junto a sistemas de gestión más inteligentes que alargan su vida útil. Mirando más lejos, tecnologías como las baterías de estado sólido, celdas alternativas o la recolección de energía ambiental (solar u ondas de radio) apuntan a ampliar autonomía y reducir dependencia del enchufe.

La sostenibilidad es un eje estratégico: uso de materiales reciclados, diseños modulares y reparables, cadenas de suministro responsables y reducción de residuos electrónicos. Los fabricantes que mejor equilibran rendimiento y ecodiseño ganan terreno.

Las pantallas grandes de los plegables permiten multitarea real, edición de documentos, videollamadas y presentaciones en un mismo dispositivo. Para ocio y gaming, el mayor lienzo hace los juegos más inmersivos y el consumo multimedia más cómodo, sin renunciar a la portabilidad de un teléfono tradicional cuando se pliega.

La interacción será cada vez más contextual: el sistema entiende dónde estamos, qué hacemos y con quién, para adaptar la interfaz, sugerir acciones y eliminar pasos. La promesa no es añadir funciones, sino simplificar lo complejo.

Los plegables tipo “libro” tienen mucho sentido porque ofrecen un modo teléfono cómodo y un modo tablet para tareas exigentes. Han surgido debates sobre relaciones de aspecto más prácticas al estar cerrados, y algunos modelos ya priorizan un uso más natural cuando van plegados.

Los tipo “concha” encajan en bolsillos pequeños y aportan portabilidad, pero suelen sacrificar batería y espacio para cámaras u otros componentes, además de cubrirse con pantallas externas más reducidas. Ambos formatos convivirán según necesidades y precio.

Quedan dos grandes desafíos: coste y durabilidad. Los plegables más ambiciosos todavía son caros para el gran público, mientras que los de formato concha han logrado precios más contenidos. En durabilidad, la bisagra y la capa plástica que protege el panel requieren avances para minimizar marcas de pliegue y desgaste con el uso intensivo.

La buena noticia es que la industria ya responde: bisagras de nueva generación tipo Armor FlexHinge, estructuras reforzadas con aluminio de grado aeroespacial, cristales como Gorilla Victus, certificaciones frente a salpicaduras y pruebas de cientos de miles de pliegues. Además, reducciones de grosor y peso acercan la experiencia a la de un smartphone tradicional, sin perder versatilidad.

El futuro de los smartphones camina hacia dispositivos flexibles, inteligentes, seguros y profundamente integrados en la vida diaria: desde salud y educación hasta entretenimiento y trabajo. Con pantallas que se adaptan, conectividad de vanguardia, IA que anticipa, energía más limpia y diseños sostenibles, cada paso nos acerca a teléfonos verdaderamente camaleónicos que se transforman contigo.