La evaluación, la nueva película de Prime Video, recuerda en varias formas a El cuento de la criada. Ambas distopías relatan un mundo en que un estado tiránico controla estrechamente la reproducción humana y la paternidad. También, comparten un escenario en que tener un bebé es un asunto de estado y que se vigila de cerca. Pero mientras que en la adaptación de Margaret Atwood, el sistema se basa en el fanatismo religioso, en la película de Fleur Fortuné todo es más cercano a lo utilitario. En el mundo imaginado por el guion de John Donnelly, Nell Garfath Cox y Dave Thomas, es necesario demostrar que se podrá educar a un niño. Hacerlo, además, siguiendo los altísimos estándares de exigencia del poder.
Por lo que la cinta comienza desde un punto complicado. En un futuro no muy distante, el mundo sucumbió a una tragedia que la trama no explica demasiado. Lo único claro, es que el cataclismo trajo consigo la necesidad de preservar lo poco que sobrevivió. Algo que permitió la creación de un fármaco que alarga la vida de manera antinatural — un par de personajes rebasan el siglo — y mantiene la juventud. Por lo que la población del planeta está férreamente controlada. Y ese control recae en decidir quién puede tener un hijo. Además, vigilar cómo se le educará y qué utilidad tendrá el bebé para la sociedad de la que formará parte.
Para narrar un panorama semejante, la cinta sigue al matrimonio formado por Aaryan (Himesh Patel) y Mia (Elizabeth Olsen). Ambos desean ser padres, pero para lograrlo, deberán aprobar una estricta evaluación. En teoría, el proceso tendrá que demostrar su habilidad para educar a un niño para ser un ciudadano ejemplar, un concepto complicado en la cinta. Pero mucho más, demostrar que están conscientes de la enorme responsabilidad que eso conlleva, teniendo en cuenta que poca gente puede acceder al privilegio. De modo que tendrán que recibir en su apartado hogar a Virginia (Alicia Vikander), una funcionaria encargada de probar sus latentes habilidades paternas. Solo que, de una forma inesperadamente cruel y hasta violenta.
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El proceso se vuelve cada vez más insoportable, a medida que Virginia demuestra que la prueba requiere algo más que conocimientos. De vigilar a la pareja mientras tienen sexo hasta comportarse de manera infantil e irritante. Esto último, para comprobar aptitudes como paciencia y empatía. Paso a paso, la funcionaria se convierte en una presencia incómoda y después, poco menos que intolerable para el matrimonio. Por lo que la trama plantea entonces que aprobar la evaluación, atraviesa obedecer y complacer a Virginia. Tanto en su papel como fría agente del sistema como la pequeña incontrolable que interpreta cada vez con mayor frecuencia.
A través de esta paradoja — la de preguntarse qué haría cualquiera por tener un bebé — La evaluación también se hace preguntas acerca del poder y la manipulación. Virginia, una mujer hecha y derecha, finge ser una niña para, en apariencia, probar los límites de la pareja que la aloja. Pero lo cierto es que no hay el más mínimo indicio acerca de si su método es obra de su inspiración o realmente, ocurre así en todas las ocasiones.
De hecho, en un giro brillante, el guion deja entrever que no se sabe con certeza cuál es el procedimiento para ser aceptados como padres. De modo que Virginia pudiera estar haciendo una puesta en escena malintencionada o abusando de los límites de su cargo. Todo, en una serie de situaciones cada vez más elaboradas, cuestionables y hasta violentas. El argumento profundiza en sus personajes a través de un tipo de agresión sofisticada. Virginia finge ser una chiquilla, pero no olvida que tiene el poder para sancionar. Tampoco, que su decisión final podría destruir la vida de Aaryan y Mia. Por lo que la tensión entre todos se hace cada vez más insoportable y nociva.
Con un apartado visual que muestra un mundo deshumanizado y aislado a través de amplios paisajes solitarios, La evaluación tiene un aire melancólico y después pesimista. Y aunque no construye del todo el universo en que viven los personajes, sí deja claro lo esencial: más allá de este territorio hipertecnificado, solo hay desolación. Por lo que es necesario obedecer las reglas — incluso, las más disparatadas — para sobrevivir. O al menos y como la dolorosa parte final de la cinta muestra, intenta tener un propósito para continuar.
Ingeniosa, perversa y por momentos claustrofóbica, La evaluación somete a sus personajes al suplicio de cuestionar el motivo de su existencia. En especial, a Mia, una científica convencida que desea ser madre, hasta que las maquinaciones de Virginia le hacen preguntarse el costo de su anhelo. Elizabeth Olsen logra que su personaje sea algo más que una víctima de las circunstancias. Por lo que es a través de ella, que la trama se hace preguntas sobre el futuro y el dolor.
Para su escalofriante final, La evaluación deja a un lado los tintes de humor negro para concentrarse en el sufrimiento de sus personajes. Un giro que le brinda una inesperada humanidad y también, una segunda lectura tenebrosa. Ser padre es algo más que solo un plan a futuro. También, es un poder para cambiar — o no — el mundo, como Mia descubre. Un mensaje extrañamente conmovedor para una distopía poco convencional.