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Amuse 3.0 no ha llegado de la nada.
Aunque puede que muchos usuarios descubran ahora esta herramienta, lo cierto es que AMD y TensorStack llevan más de un año trabajando en esta propuesta que busca acercar la inteligencia artificial generativa al escritorio, sin ataduras a la nube ni dependencias externas. Desde sus primeras versiones, lanzadas con perfil bajo, el objetivo estaba claro: ofrecer un entorno local de creación visual que no requiera más que un PC bien equipado.

Ahora, con el lanzamiento de su tercera gran actualización, esta plataforma da un paso más en esa dirección. Y con ello, además de ampliar sus capacidades, se reafirma como una de las propuestas más serias dentro del pequeño pero creciente espacio de soluciones de IA generativa ejecutadas íntegramente en local. Un terreno aún por explorar, pero que plantea preguntas muy interesantes sobre el futuro de estas tecnologías y su lugar en el escritorio.

La historia de Amuse comenzó a mediados de 2024, cuando AMD y TensorStack lanzaron su primera versión beta pública, centrada en la generación de imágenes mediante modelos como Stable Diffusion, todo de forma local y optimizada para hardware de AMD. Poco después, el 28 de julio de ese mismo año, presentaron oficialmente Amuse 2.0 Beta, una actualización que introdujo mejoras notables como AMD XDNA Super Resolution, una interfaz simplificada denominada EZ Mode y un rendimiento significativamente mejorado sobre sistemas equipados con procesadores Ryzen y gráficas Radeon.

Amuse 3.0 no rompe con esa línea, sino que la amplía. La gran novedad de esta versión es la incorporación de generación de vídeo: clips de hasta seis segundos que se crean en local, sin intervención de servidores externos. A ello se suma un catálogo de más de cien modelos compatibles, entre ellos Stable Diffusion 3.5 y FLUX, y nuevas funciones de filtrado de vídeo basadas en IA. La intención es clara: convertir Amuse en una plataforma de creación visual más completa y flexible, sin abandonar su enfoque en la inferencia local.

Las mejoras de rendimiento tampoco son menores. Gracias a una optimización específica, AMD afirma que Amuse 3.0 puede generar contenidos hasta 4,3 veces más rápido en una GPU Radeon RX 9070 XT y hasta 3,3 veces más rápido en procesadores Ryzen AI con NPUs de 50 TOPS, en comparación con modelos genéricos. Para aprovechar al máximo estas capacidades, se recomienda utilizar sistemas equipados con procesadores Ryzen AI 300 o 8040, al menos 24 GB de RAM y una gráfica Radeon RX de la serie 7000. En otras palabras: no es una herramienta ligera, pero sí bien integrada con el hardware para el que ha sido diseñada.

Lo más interesante, sin embargo, sigue siendo la elección estratégica de mantener Amuse como una plataforma completamente en local. Frente al predominio de los modelos servidos desde la nube —con sus ventajas en escalabilidad y potencia, pero también con sus peajes en privacidad, latencia y dependencia externa—, AMD y TensorStack apuestan por dar el control total al usuario. En tiempos de preocupaciones legítimas sobre el uso de datos personales, esta decisión adquiere un valor añadido que va más allá del rendimiento puro.

Desde mi punto de vista, Amuse 3.0 es mucho más que una simple actualización. Es una reafirmación de una filosofía que parece a contracorriente, pero que tiene todo el sentido del mundo para quienes quieren trabajar sin renunciar al control de sus recursos ni de sus contenidos. No es una solución para todo el mundo, ni tampoco pretende competir en músculo bruto con las grandes infraestructuras cloud. Pero precisamente por eso resulta tan valiosa. Porque en una industria que va en estampida hacia el “todo como servicio”, cada paso firme en dirección contraria es, en realidad, una pequeña revolución.