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Destino final: lazos de sangre, no es precisamente una secuela de la exitosa — y muy sangrienta — franquicia de los años noventa. Antes que eso, la cinta de Zach Lipovsky y Adam B. Stein, toma la fórmula conocida para llevarla a un lugar distinto. Eso, para explorar en los extremos más complicados de las reglas de su mundo. De modo que, retrocede a 1968 para seguir a Iris (Brec Bassinger), que está a punto de recibir una propuesta matrimonial. Solo que mientras eso ocurre, sufrirá una espantosa visión de su muerte y la de las personas que la rodean.

Como cualquier fanático de la saga Destino final sabe, la premonición es el comienzo de algo peor. Pero el guion de Guy Busick y Lori Evans Taylor explora en el universo — y límites — de una manera brillante. Iris consigue salvar la vida por poco. Pero a un costo que la convierte en una víctima — y origen — de una larga sucesión de sucesos espantosos a futuro. Por lo que Destino final: lazos de sangre, es mucho más que un capítulo de la famosa franquicia de terror. También, es una reinvención de su fórmula. Lo que permite que la trama se haga preguntas intrigantes acerca de la ya conocida venganza de la Muerte a los que la engañan. 

Convertida en una herencia  maldita,  la idea del tenebroso plan de la Muerte para sus víctimas, se convierte en un juego de macabra astucia. Por lo que la cinta recupera mucho de la atmósfera de la primera y segunda película de la saga. Con guiño incluido a la aterradora y ya clásica escena del camión de troncos, la trama es oscuramente festiva, con un sentido del humor depravado y litros de sangre derramada. Pero también, es una sofisticada reinvención de la premisa original. Una decisión que permite a Destino final: lazos de sangre, recuperar lo esencial de su larga historia en el cine para una nueva generación.

Luego del prólogo con la fatídica y premonitoria canción Ring of Fire de Johnny Cash de fondo, la película avanza, ahora sí, hacia el futuro. La ahora octogenaria Iris (Gabrielle Rose) ha logrado sobrevivir a la maldición atrincherándose en su casa. Como otros personajes de la franquicia, descubrió que para estar a salvo, debe contemplar todas las formas en que la muerte puede atacarla. Un giro que lleva a uno de los elementos novedosos de la cinta. Que es, precisamente, dejar claro que la sucesión de desgracias, son más el plan de un vil asesino invisible que casualidades funestas. 

Por supuesto, no es un concepto original. Ya en la primera película, el gran Tony Todd (que hace una aparición especial en la actual) lo dejaba claro. La Muerte — personalizada como una perspectiva subjetiva de cámara — perseguirá a cualquiera que logre burlar su plan maestro. No obstante, en Destino final: lazos de sangre, la presencia maligna detrás de los asesinatos es más cercana que nunca.

Por un lado, las muertes son más extravagantes y pintorescas que nunca, una decisión de argumento que insinúa una mente macabra. Al otro extremo, esta vez es casi imposible ignorar su influencia. Como si el argumento se sostuviera sobre la perspectiva codiciosa de un monstruo que todo lo ve. Pero sin caer en la tentación de finalmente dar el paso, de mostrar a su criatura — si es que hay una — o profundizar en su esquiva naturaleza.

A medida que avanza, el guion deja claro que no es posible frustrar el plan de la Muerte. En todo caso, solo retrasarlo o desviarlo a otras víctimas potenciales. De modo que, aunque Iris logró sobrevivir, hay un precio por su osadía. En especial, porque estando embarazada, condenó a todos sus descendientes a tener que batallar contra el no haber existido. Explorando en un escenario arriesgado, el guion apunta entonces a toda una línea de una rama familiar del personaje. Todos destinados a morir, debido a que descienden de Iris, que debió morir en 1968 en primer lugar.

Por lo que Destino final: lazos de sangre, se embarca en contar que la Muerte es mucho más malintencionada, brutal y retorcida de lo que jamás imaginó la saga antes. Para la transicón, el guion se enfoca la nieta de Iris, Stefani (Kaitlyn Santa Juana). La chica está siendo atormentada por pesadillas en las que puede ver las imágenes de la premonición de su abuelo. Mucho peor: a medida que avanza la trama, se vuelve un testigo horrorizado de una larga sucesión de muertes familiares. Cada víctima, perseguida y cazada por fecha de nacimiento. Una tragedia a gran escala que conducirá a Iris a resolver el enigma de la condena y esforzarse por mantenerse con vida.

Más allá de las consideraciones filosóficas y hasta mitológicas sobre la carnicería que se desarrolla en la historia, Destino final: lazos de sangre, es un homenaje a la franquicia entera. Por lo que dedica buena parte de su argumento a detallar complicadísimos mecanismos de asesinatos, que incluyen desde monedas hasta trozos de vidrio. Con una batería de efectos prácticos, los cuerpos desgarrados, decapitados y diseccionados, tienen mucho de galería de horrores. Pero también, de una construcción del mundo original más rico y despiadado. 

Lo interesante en Destino final: lazos de sangre, es la capacidad de la cinta para evitar la trampa del fan service. Que lo hay y que resulta inevitable si se toma en cuenta lo longeva y popular que es la franquicia. Pero más allá de guiños puntuales, mientras Stefani lleva a cabo su obligada investigación paran comprender el fenómeno, la cinta se sostiene bien sola. Todavía mejor: es osada y sin duda, mucho más consciente de su capacidad para ser salvaje en toda la gloria de su disparatado terror.

Con un final que anuncia secuela — como es inevitable — la película culmina con una ominosa moraleja. La Muerte, puede esperar por ti. Tiene la paciencia de milenios y la ferocidad de un depredador. Por lo que Destino final: lazos de sangre, en todo su extraño brillo de slasher sobrenatural, tiene mucho que contar a continuación. El punto más interesante y prometedor de este reinicio poco disimulado a una franquicia exitosa.