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Vivimos conectados. Para bien o para mal, la tecnología se ha metido en cada rincón de nuestra vida, y los menores no son una excepción. De hecho, son quienes más tiempo pasan en internet, muchas veces sin supervisión real y sin herramientas para identificar peligros. Ahí es donde entran amenazas como el grooming, el ciberbullying, el sexting, el stalking o la sextorsión. Términos que suenan lejanos, pero que están mucho más cerca de lo que creemos.

Vamos a poner las cartas sobre la mesa. Si tienes hijos, sobrinos, alumnos o cualquier menor cerca, necesitas saber cómo funcionan estas amenazas. No se trata de asustar, sino de prevenir y de entender cómo acompañarles en el mundo digital, igual que les enseñas a cruzar la calle. Pero evitando los peligros potenciales de Internet.

Y para guiarte, te hemos preparado un recopilatorio para que puedas saber cuáles son las amenazas más habituales a las que se enfrentan los menores cuando entran en Internet. Peligros muy reales y que conviene conocer.

Así que en este artículo encontrarás las amenazas de Internet más habituales a las que se enfrentan nuestros hijos, además de consejos para evitarlas. Además, te invitamos a pasarte por nuestra completa guía con las mejores opciones de control parental con el que podrás controlar la actividad de tus hijos para que sea más segura.

El grooming es una forma de acoso sexual en la que un adulto se hace pasar por alguien de confianza para ganarse la amistad de un menor. Puede tardar semanas o meses, pero el objetivo es claro: obtener contenido sexual, forzar un encuentro o chantajear. Muchas veces comienza en redes sociales, videojuegos online o apps de mensajería.

El adulto se muestra comprensivo, cariñoso, incluso protector. El menor se siente escuchado, validado, y poco a poco se genera una dependencia emocional. Cuando ya hay confianza, empiezan las peticiones: una foto, un vídeo, una conversación subida de tono… Y si el menor se niega o quiere cortar la relación, llega la amenaza: «Si no me mandas otra foto, enseño esta a todos tus amigos».

En el ciberbullying, el acoso viene de iguales. No hay un adulto manipulador, sino otros menores que utilizan las redes para humillar, insultar, ridiculizar o aislar a una víctima. Puede empezar con una broma que se va de las manos, pero el daño es real.

Insultos en Instagram, memes crueles en grupos de WhatsApp, exclusiones en TikTok, capturas privadas que se hacen virales en segundos. Todo eso afecta a la autoestima de quien lo sufre, y muchas veces, los adultos ni se enteran. Porque no pasa en el patio del colegio, sino en el móvil que llevan en el bolsillo. Y con la llegada de la IA, es un peligro potencial.

El sexting es el intercambio de contenido íntimo de forma voluntaria. A veces lo hacen en pareja, como parte de una relación de confianza. El problema llega cuando esas imágenes salen de ese ámbito privado. Puede ser por una ruptura, por una traición, por una filtración.

Y lo que empezó como algo consentido se convierte en una pesadilla. Porque una vez está en la red, ya no se puede controlar. El sexting no es ilegal entre menores si hay consentimiento, pero sí puede tener consecuencias muy graves. Hay que explicarles que lo digital no es efímero, que lo que hoy parece divertido mañana puede hacerles daño.

El stalking, o acoso persistente, muchas veces pasa desapercibido porque no siempre es agresivo. Consiste en controlar cada paso que da la otra persona en redes, enviar mensajes constantes, seguir sus publicaciones, saber dónde está, con quién, a qué hora. El caso más típico es un compañero de clase que se ha hecho una segunda cuenta en la red social de turno para espiarte.

Puede parecer interés o amor, pero es una forma de control. En menores, este tipo de acoso puede darse entre parejas adolescentes, donde se normaliza revisar el móvil del otro, pedir contraseñas o exigir respuestas inmediatas.

La sextorsión es una de las formas más crueles de chantaje digital. Alguien consigue una imagen íntima del menor, ya sea por grooming, por hacking, o porque el propio menor la envió creyendo que podía confiar. Y a partir de ahí, empieza el chantaje: dinero, más imágenes, favores sexuales, o simplemente el silencio. Todo bajo la amenaza de hacerlo público . La sextorsión tiene un impacto emocional brutal y también puede llevar a situaciones muy peligrosas si no se actúa rápido. Por eso es fundamental que los menores sepan que pueden contar lo que les pasa sin miedo a ser juzgados.

11/09/2018 Elementary school students with smartphonesESPAÑA EUROPA MADRID SALUDGETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / LEV DOLGACHOV

La buena noticia es que sí puedes hacer mucho para protegerles. No hace falta ser un experto en tecnología, sino en confianza. Habla con ellos desde pequeños sobre lo que hacen en internet, igual que les preguntas qué tal en clase. No esperes a que haya un problema para empezar esa conversación. Pregúntales qué redes usan, con quién hablan, qué harían si alguien les pide una foto rara. Enséñales a identificar comportamientos extraños y diles, sin rodeos, que si algo les incomoda, te lo pueden contar. Y si no quieren contártelo a ti, que busquen a otro adulto de confianza.

Poner normas también ayuda. Por ejemplo, puedes pactar horarios de uso, supervisar algunas cuentas, instalar aplicaciones de control parental si son muy pequeños. Pero sobre todo, crea un espacio donde no tengan miedo de hablar. Porque cuando hay confianza, la prevención es mucho más fácil.
También es importante que sepas dónde pedir ayuda si algo pasa. Existen líneas de ayuda como el 017 del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), que atienden gratis y de forma confidencial. Y en casos más graves, la Policía o la Guardia Civil tienen unidades especializadas en delitos informáticos. No estás solo en esto, así que no dudes en pedir ayuda si lo necesitas.