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Aunque imaginar un mundo sin mentiras puede parecer ideal, la inteligencia artificial no lo ve así. Asegura que algo así alteraría por completo nuestras relaciones.

Montaje con IA

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En un mundo cada vez más marcado por la desinformación y la desconfianza, es lógico preguntarse cómo serían las cosas si todo el mundo dijera siempre la verdad. Sin mentiras, sin verdades a medias, sin filtros. La idea suena perfectamente bien con una sociedad más ética, más clara y más justa.

Pero cuando se lo planteamos a una IA, la respuesta fue otra, una que no esperábamos. Según su análisis, eliminar la mentira no resolvería los problemas. De hecho, podría desestabilizar muchos de los pilares sobre los que se construyen las relaciones personales, la política o incluso la economía. Una vida sin mentiras no sería tan ideal como parece.

Vivimos en una época marcada por las noticias falsas, discursos manipulados, líderes que prometen lo que no cumplen y, ante ese panorama, no es extraño que muchas personas fantaseen con una sociedad completamente transparente, en la que nadie tenga la capacidad —ni la intención— de mentir.

Sobre el papel, suena bien, puesto que eliminar la mentira parece una forma de limpiar las instituciones, mejorar las relaciones personales, así como fomentar una convivencia más ética. Pero ¿realmente funcionaría? ¿Sería sostenible una vida sin filtros, sin matices, sin verdades a medias?

Cuando se lo preguntamos a ChatGPT, la conclusión fue clara: La mentira no es solo un fallo moral, sino un componente estructural del funcionamiento humano. Suprimirla o acabar con ella tendría un efecto dominó en todos los niveles de la sociedad. 

El chatbot explica que, sin la posibilidad de mentir, las relaciones personales estarían marcadas por una sinceridad cruda, difícil de manejar emocionalmente. Además, en el entorno laboral, las conversaciones perderían matices, y la falta de filtros generaría tensiones entre los trabajadores. 

En el terreno político, desaparecería el margen para gestionar situaciones complejas con cierta estrategia comunicativa, lo que podría bloquear muchas decisiones. Y en la economía todo se volvería más inestable. Un mundo sin mentiras no sería necesariamente más justo, sino mucho más frágil.

Cabe señalar que la mayoría de tus vínculos personales no se construyen sobre verdades absolutas, sino sobre un equilibrio entre sinceridad y respeto. Las llamadas mentiras piadosas, los silencios intencionados o las verdades que se omiten son recursos habituales en cualquier relación afectiva.

Eliminar todas esas capas implicaría una exposición total, es decir, decir siempre la verdad, de forma directa, no fortalecería los vínculos. Al contrario, podría deteriorarlos hasta romperlos. La IA señala que una sociedad donde todo se dice tal cual se piensa no sería necesariamente más justa, sino más hostil.

Aunque no lo parezca, la economía también se sustenta en ciertos relatos, expectativas y percepciones. La confianza del consumidor, la especulación bursátil o la publicidad dependen de narrativas que no siempre se ajustan a una verdad absoluta.

Si eliminaras toda capacidad de matizar, proyectar o interpretar, buena parte de la lógica económica actual se vendría abajo. Según la IA, sectores como las finanzas, el marketing o el emprendimiento perderían flexibilidad, y con ello, gran parte de su capacidad para adaptarse o innovar.

Si los humanos no mintieran, no se convertirían automáticamente en una sociedad más ética. Esa es la principal advertencia que lanza el chatbot de OpenAI, donde afirma que la sinceridad absoluta puede ser destructiva si no existe una estructura preparada para asumirla.

La mentira, aunque incómoda, también ha sido un mecanismo de cohesión, protección emocional o defensa. El problema no es solo la mentira, sino el marco en el que opera. Por eso, antes de imaginar un mundo sin falsedad, conviene preguntarse: ¿estamos preparados para convivir con todas las verdades, todo el tiempo?

Cabe mencionar que la respuesta de la IA no es una defensa de la mentira, pero sí una invitación a reflexionar, sobre todo porque hay verdades que todavía no sabemos cómo gestionar de forma colectiva, y no todas las mentiras son necesariamente dañinas.

Un mundo sin mentiras no sería más justo, solo más expuesto. Y en esa exposición absoluta puede que no encuentren la paz, sino un nuevo tipo de conflicto entre todos los seres humanos. Tal vez el reto no esté en eliminar la mentira, sino aprender a reconocer cuándo una verdad aporta y cuándo, en cambio, puede hacer daño.

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Etiquetas: Inteligencia artificial