Design market

La inteligencia artificial asegura que ya influye en muchas de nuestras decisiones sin que lo notemos y advierte que en el futuro ese control será aún mayor.

Generado con IA

Facebook

Whatsapp

Twitter

Linkedin

Telegram

Copiar url

Enlace copiado

Durante años, pensar que una inteligencia artificial pudiera tener algún tipo de control sobre nuestras vidas sonaba a ciencia ficción, ya que era un argumento propio de películas, no una preocupación real del día a día. Sin embargo, lo que hace poco parecía inimaginable, hoy se ha vuelto una realidad.

La IA se ha integrado en muchas de tus decisiones cotidianas que si bien no lo notas, pero ya está presente. Por ejemplo, los algoritmos deciden qué ves, con quién interactúas, qué te recomiendan, qué comprar y, en algunos casos, incluso si eres el candidato ideal para un empleo. 

Así que la pregunta ya no es tan exagerada, ¿estamos siendo controlados por la inteligencia artificial? Para averiguarlo, formulamos esta misma pregunta al chatbot de Google, Gemini, y la respuesta nos ha dejado boquiabiertos: Hace años que lo estáis.

No vamos a negarlo, la respuesta puede sonar inquietante, pero no se refiere a una forma de control total ni a conspiraciones oscuras. Lo que refleja es una influencia estructural, porque la IA no necesita tomar el mando para condicionar lo que haces, le basta con estar presente en tu día a día.

Cuando navegas por las redes sociales, lo que aparece en tu pantalla no está ahí por casualidad, sino que se trata de una selección calculada en función de lo que te engancha, puesto que las plataformas, como TikTok, YouTube o Instagram, aprenden de tus gustos, tus clics y tus intereses.

Te conocen más por lo que haces que por lo que dices, y lo que te ofrecen no es neutral, está diseñado para mantenerte dentro de estos servicios por más tiempo, no para informarte. Eso mismo ocurre cuando ves una serie en Netflix, eliges un producto o buscas información en la web.

Cabe señalar que tus elecciones están moldeadas por sistemas automatizados que funcionan en segundo plano, detectando patrones, priorizando opciones, mostrando solo una parte del todo, por lo que no hay una IA maligna detrás, solo una estructura diseñada para optimizar tu comportamiento.

Gemini también mencionó lo siguiente: la IA también está presente en escenarios más serios y menos visibles. Hoy, buena parte de las decisiones en recursos humanos, banca, seguros o administraciones públicas pasan por filtros algorítmicos. Se usan para verificar currículums, calcular riesgos financieros, asignar turnos de atención o valorar la probabilidad de impago.

Esto significa que en muchos casos, ni siquiera sabemos de qué todo el trabajo lo hace una máquina potenciada por inteligencia artificial —y no una persona— quien ha tomado esa decisión o ha ordenado las opciones que tenías delante. 

Los sistemas operan con datos personales, cruzan información y aplican modelos estadísticos que no siempre son auditables. Aquí es donde el problema trasciende lo técnico, ya que afecta a cuestiones de equidad, derechos y supervisión. Porque si ni tú ni nadie puede explicar por qué una IA ha tomado cierta decisión, ¿cómo puedes entender una decisión si ni siquiera sabes cómo se ha tomado?

La paradoja es que este escenario no ha surgido por obligación, en realidad, fuiste tú —como ciudadano, como consumidor, como usuario— quien fue delegando responsabilidades y perdiendo el control. Lo hiciste por comodidad, por eficiencia, por inercia, dijo Gemini.

Dejaste que la IA recomendara qué leer, qué escuchar, qué ver, qué responder. Y poco a poco, sin darte cuenta, fuiste cediendo una parte de tu criterio personal a sistemas que funcionan sin que sepas muy bien cómo. 

Significa que, poco a poco, has ido delegando decisiones en sistemas que no controlas, y no porque alguien te obligue, sino porque es cómodo, rápido y funciona. El problema es que, con el tiempo, dejas de notar hasta qué punto esas decisiones ya no las estás tomando tú del todo.

La IA no nos impone nada directamente, pero al automatizar tantas decisiones, va limitando el espacio en el que tomamos elecciones por nosotros mismos. No es un control visible, pero sí una forma de influencia constante que muchas veces pasa desapercibida para las personas.

Los chatbots no es una tecnología mala en sí misma, de hecho, puede ser útil, eficiente, incluso justa. El problema aparece cuando esas decisiones automatizadas se toman sin mecanismos de control, sin explicación, sin posibilidad de revisión. 

Muchos de los algoritmos que te afectan hoy operan como cajas negras. No sabes qué criterios usan, qué datos priorizan ni cómo se llega a la conclusión final. ¿Por qué te subieron la tarifa? ¿Por qué no fuiste seleccionado en ese proceso? ¿Por qué ves una noticia y no otra?

Conoce cómo trabajamos en ComputerHoy.

Etiquetas: Inteligencia artificial