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The Last of Us atraviesa momentos complicados. Luego de una primera temporada que conquistó a los fanáticos y a la crítica, la segunda entrega de la producción, enfrentó varios problemas. El más evidente, que la adaptación del clásico de Naughty Dog, debía avanzar por el terreno complicado de cambiar de manera sustancial el material original. Hacerlo además, de manera congruente y respetando la esencia del relato del que proviene. 

Algo evidente desde su primer episodio. En este, los co creadores Craig Mazin y Neil Druckmann dieron un vuelco total a la complicada cronología del videojuego. Todo, al narrar de inmediato, los motivos de Abby (Kaitlyn Dever) para torturar y asesinar a Joel (Pedro Pascal). Una decisión que repercutiría, en adelante, en la forma de contar la historia de Ellie (Bella Ramsey) y su posterior búsqueda de venganza. 

El cambio puede parecer necesario y hasta natural, en el cambio de formato del videojuego a la televisión. En especial por el hecho de que la línea temporal del original— disruptiva debido a numerosos flashbacks — debía adaptarse a una narración más tradicional. No obstante, a medida que la temporada transcurrió, resultó evidente que el nuevo punto de vista, afectó no solo a cómo contar la historia. También, a la manera en que la serie explora, presenta y analiza a sus personajes. Mucho más, cuando el comportamiento de cada uno de ellos, depende en buena medida del contexto que rodea sus, a menudo, cuestionables decisiones.

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Pero los nuevos episodios de The Last of Us, se encuentran en medio de un problema evidente. A medida que los cambios con respecto al original se hicieron más profundos, la serie avanzó a lugares por completos distintos a los conocidos. Eso, a pesar de los intentos de la producción por recrear varias de las escenas icónicas de juego de manera detallada.

El contraste provocó secuencias enteras sin sentido, personajes cuyo comportamiento es contradictorio y hasta la sensación, que la historia carece de espíritu propio. De la personalidad incomprensible de Ellie, las decisiones confusas de Tommy Miller (Gabriel Luna) al mero hecho de explicar — o justificar — casi de inmediato las acciones de Abby.

The Last of Us perdió mucha de su coherencia en argumento, al intentar combinar una adaptación fiel con libertades considerables sobre el relato original. Un conjunto de factores que afectan tanto al desarrollo general de la historia como a sus puntos más sutiles. 

A pesar del talento de Bella Ramsey, la versión de Ellie Williams para la televisión tiene todo tipo de problemas para resultar convincente. En particular, cuando las decisiones que debe tomar, están enfocadas en una búsqueda de venganza atroz. En la versión del videojuego, el personaje sufre dos pérdidas mayores que destrozan su vida por completo. 

La primera, comprender que Joel le arrebató la posibilidad de brindar un sentido del propósito a su existencia. Eso, al evitar que se convirtiera en la cura de una pandemia que destruyó la civilización. Despojada de semejante objetivo, Ellie solo puede aferrarse a Joel. De modo que cuando este es asesinado por Abby, la protagonista se consume en la necesidad de venganza. No solo para hacer justicia a su modo — eso, por descontado — sino porque es lo único que la sostiene, en medio de una desolación que se extiende a cada espacio de su vida. 

Pero la Ellie de la serie de HBO, se encuentra menos motivada, enfocada y obsesionada con la venganza que su par en el juego. También, el personaje tiene mucho menos matices que en la original. Con un comportamiento más infantil, parece una adolescente en formación y de hecho, lo es la mayoría de las veces. Incluso, el contrapunto de su relación con Dina (Isabela Merced), enfatiza esta falta de profundidad y complejidad. En la serie, ambas son una pareja de joven y enamorada, que se enfrentan juntas a un dilema violento.

Mientras en el juego, la relación es mucho más turbia — corrompida por la culpa, el rencor y el dolor — la que muestra la adaptación es un romance juvenil. Una historia de crecimiento más cercana a una historia trágica que a una relación complicada y cada vez más tortuosa. El cambio, por supuesto, se relaciona directamente con el desarrollo de Ellie en el argumento televisivo. Mucho menos capaz, más interesada en el amor que en hacer justicia, el personaje perdió parte de su complejidad en lo que parece un intento de hacerlo más cercano.

Una decisión que compromete, además, la forma en que Ellie puede evolucionar. Para la segunda temporada, el guion de la serie la muestra torpe, poco preparada, impulsiva y sin los conocimientos básicos para enfrentar un recorrido mayor que culminará en asesinato. Por lo que cuando, finalmente, el guion se enfoca en la parte más oscura de su protagonista, el resultado es confuso. Cuando no es por completo inexplicable. 

Algo que ocurrió en el capítulo cinco, en que se muestra finalmente a Ellie, enfrentándose a Nora (Tati Gabrielle). La furia violenta y brutal de la protagonista, contrasta por completo con el comportamiento que el personaje tuvo durante toda la trama. Por lo que la durísima escena — que muestra a Ellie torturando a su víctima a golpes — parece de lugar, cuando no directamente inexplicable. Un problema que demuestra que los fallos de la segunda temporada de The Last of Us se encuentran directamente en la escritura de su argumento. 

Otro de los problemas que se convertirán en un futuro obstáculo en el desarrollo de The Last of Us, es el ritmo de la historia. La segunda temporada tiene verdaderos problemas para lograr explorar en su relato, en medio de fragmentos de dos tramas en paralelo. Por un lado, Ellie en medio de situaciones emocionales que debe afrontar, y por el otro, el objetivo que se traza a futuro.

Pero la trama no logra que ambas perspectivas tengan al menos un punto en común. Mucho menos, que transcurran con igual interés o rapidez. Mientras que pasan tres meses entre la muerte de Joel y posteriormente la decisión de Ellie de partir en busca de venganza, todo lo que ocurre en Seattle, transcurre con enorme rapidez. Sin embargo, no se trata de que el argumento preparó los elementos para las situaciones a futuro, sino que todo transcurre de manera acelerada y sin apenas explicación.

Esa incapacidad de la serie para justificar las decisiones de sus personajes o en el peor de los casos, sus actuaciones, repercute en cada circunstancia que deben afrontar. Una Ellie que decide ir por venganza y a la vez, está feliz de compartir la noticia del embarazo de Dina, es un personaje con motivaciones contradictorias. O al menos, no demasiado claras y por supuesto, incapaz de sacrificar todo para asesinar. 

Sin objetivo, claro, con Ellie en una relación en la que está dispuesta a involucrarse por completo y sin noticias de Abby, la serie avanza en terreno movedizo. En especial, porque al enfocar el viaje de Ellie y Dina como una especie de historia de crecimiento, resta el sentido de urgencia a la venganza como motor central de la historia. 

Es obvio que la intención es mostrar un arco más amplio para Ellie, en el que el amor pueda teñirse progresivamente con el deseo de venganza. Pero incluso, ese punto de vista se hace poco convincente con una protagonista cuyas motivaciones y capacidades, son poco claras o se encuentran en entredicho. Especialmente, cuando la venganza es el escenario común en que antes o después, todos los personajes coincidan.

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