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España ha experimentado un apagón eléctrico de gran escala que, más allá de dejar calles y hogares a oscuras, ha evidenciado la fragilidad de nuestras comunicaciones móviles. La caída de la red móvil tras un corte eléctrico genera confusión e incomunicación, afectando tanto a las llamadas como el acceso a internet, y se ha convertido en un problema que ya no solo compete a los técnicos, sino al día a día de millones de personas.

Pocas veces nos paramos a pensar en lo esencial que es el suministro eléctrico para que nuestros teléfonos funcionen correctamente. Sin embargo, incluso con el móvil cargado al 100%, un gran apagón puede desconectarnos del mundo digital en cuestión de segundos y durante horas. ¿Por qué sucede esto y qué infraestructuras están implicadas en la pérdida de cobertura?

La clave para entender por qué nos quedamos sin móvil durante un apagón está en el funcionamiento interno de la red. La telefonía móvil no es solo una cuestión de tener un smartphone y una tarifa de datos; detrás hay una compleja infraestructura de dispositivos y antenas distribuidos por todo el territorio. Cada vez que llamamos, enviamos un WhatsApp o usamos internet, nuestro móvil se conecta con una estación base (antenas de telefonía), que se encarga de transmitir la señal a otras partes de la red.

Estas estaciones base requieren un suministro eléctrico constante. Sin electricidad, no pueden emitir ni recibir señales. Por eso, la primera consecuencia del corte de luz es que las antenas empiezan a desconectarse y, a medida que se agotan los sistemas de respaldo, la cobertura desaparece progresivamente en la zona afectada.

En España, las antenas suelen estar equipadas con sistemas de respaldo como baterías o generadores autónomos. Sin embargo, esos sistemas solo permiten continuar operando durante un tiempo limitado, que puede variar entre 2 y 8 horas según el tipo de equipo y su mantenimiento. Una vez agotado ese margen, la red móvil desaparece en la zona afectada.

Durante un corte de suministro eléctrico, la autonomía de la red de telecomunicaciones depende de las baterías de respaldo y generadores existentes en cada parte de la infraestructura. Según explican operadoras como Vodafone y Movistar, las baterías de las antenas suelen durar entre 2 y 8 horas, dependiendo del modelo, la antigüedad y el mantenimiento recibido. Los centros de datos principales suelen tener generadores capaces de funcionar durante lapsos mucho más prolongados (incluso indefinidamente, mientras tengan combustible), pero los equipos intermedios, como los conmutadores de datos repartidos en ciudades y barrios, suelen contar con menos autonomía.

Por tanto, la conectividad no se interrumpe de golpe en todos lados, sino que se va perdiendo poco a poco. Zonas con mejores generadores o baterías pueden resistir más, y otras pueden perder la cobertura móvil y de internet casi al instante. Además, si algún generador no se activa, se queda sin combustible o presenta fallos de mantenimiento, su autonomía será aún menor, acelerando el apagón de la red móvil.

La respuesta a por qué hay barrios o pueblos que ‘aguantan’ más tiempo con cobertura móvil tras un apagón está en la existencia, calidad y capacidad de los sistemas de respaldo. Las compañías más grandes (Movistar, Vodafone, Orange) suelen contar con mejores infraestructuras y más recursos para garantizar la continuidad del servicio. Por ejemplo, durante el gran apagón, Vodafone informó que pudo mantener activa su red móvil en un 70% de los casos, gracias a la combinación de baterías y generadores de reserva.

En cambio, los operadores más pequeños o virtuales (como Yoigo, Pepephone, Lowi, MásMóvil), que no poseen red propia en todo el país, están sujetos a las limitaciones de la red que alquilan. La cobertura suele recuperarse antes en ciudades y áreas urbanas, donde hay más infraestructuras críticas y mejores protocolos de emergencia, que en zonas rurales, donde puede haber menos recursos y el restablecimiento puede tardar más.

Otros factores que influyen incluyen la saturación del tráfico en las redes (mucha gente tratando de llamar o enviar mensajes a la vez), la prioridad que se da a servicios esenciales (hospitales, policía, bomberos) y el estado general del mantenimiento previo de la infraestructura.

Cuando ocurre un apagón generalizado, además de la desconexión progresiva de las antenas, surge un problema de saturación. Una gran cantidad de usuarios intenta comunicarse al mismo tiempo para informarse o pedir ayuda. Como consecuencia, las pocas antenas que siguen en funcionamiento se saturan rápidamente. Esto provoca caídas adicionales en el servicio, lentitud en la conexión, cortes en llamadas, mensajes que no llegan y apps como WhatsApp, Telegram o X que dejan de funcionar o lo hacen de manera intermitente.

No es raro que durante las primeras horas de un gran apagón el móvil aún tenga una ‘raya’ de señal, pero sea imposible hacer una llamada o mandar un WhatsApp. El colapso se debe tanto a la reducción de la red física operativa como a la utilización intensiva por parte de los usuarios.

Las infraestructuras clave de telecomunicaciones no se limitan solo a las antenas. Los centros de datos, conmutadores y nodos de red también requieren electricidad y tienen una autonomía limitada en casos de emergencia. Si una subestación crítica pierde energía y su generador de respaldo no entra en funcionamiento, puede quedarse incomunicada toda una región. Del mismo modo, la red de fibra óptica necesita energía para alimentar los repetidores y equipos de transmisión intermedios. Si estos dejan de recibir corriente, toda la conexión de esa rama queda fuera de servicio, aunque la central más cercana siga operativa.

En muchos edificios (como hoteles, hospitales o servicios públicos) cuentan con generadores autónomos que permiten mantener WiFi y cobertura local abierta durante varias horas. Sin embargo, una vez agotada la fuente alternativa, la desconexión es total. El impacto final depende tanto del tamaño del apagón como de la preparación previa de la red.

Un efecto muy visible durante el apagón en España fue la caída de servicios populares como WhatsApp, X (antes Twitter) o las videollamadas. El fallo masivo de estas apps no se debió a problemas en sus propios servidores, sino a que la infraestructura nacional de datos que permite conectar tu móvil o router con la red global dejó de funcionar en muchas zonas afectadas.

Por tanto, aunque la app estuviera perfectamente actualizada y el teléfono tuviera batería, la falta de electricidad en las antenas y nodos de red impide la comunicación. Además, muchos usuarios intentan reiniciar el móvil, cambiar entre datos móviles y WiFi o reinstalar la app, pero en estos casos las soluciones no dependen de acciones individuales, sino de que las infraestructuras recuperen el suministro eléctrico y estabilicen su conexión.

La cobertura WiFi y las conexiones de fibra óptica o ADSL en el hogar también dependen de la electricidad tanto en tu casa como en los equipos intermedios que proveen el servicio. Los routers y ONT necesitan corriente para funcionar, por lo que, salvo que tengas un sistema de alimentación ininterrumpida en casa (SAI), perderás internet en cuanto haya un corte de luz. Además, si la centralita de tu operador o los equipos de la red troncal pierden energía, tampoco habrá servicio aunque tú tengas generador propio.

Aun así, existen excepciones: algunas redes WiFi de hoteles o edificios públicos con generadores autónomos pueden resistir más tiempo. Las conexiones de internet por satélite, al no depender de la red eléctrica terrestre, suelen seguir funcionando (siempre que el usuario tenga energía en casa).

Las grandes compañías de telefonía como Movistar, Vodafone y Orange tienen protocolos de emergencia llamados «Plan de Contingencia» para estas situaciones. Se activan comités de crisis que monitorizan en tiempo real el estado de la red, priorizando el restablecimiento de servicios esenciales y desplegando equipos técnicos para mantener y reparar generadores o baterías. La capacidad de respuesta depende, principalmente, de la duración del corte: cuanto más prolongado, más difícil mantener la cobertura en toda la geografía.

Tras el apagón, se van analizar los puntos débiles para mejorar la respuesta en futuras incidencias y racionalizar el uso de energía en las infraestructuras, priorizando hospitales, policía, bomberos y servicios críticos.