Imagen de Venera-10, similar a la sonda soviética varada. Crédito: Bekhruzbek Ochilov (Wikimedia Commons)
Una vieja sonda soviética se prepara para regresar de forma descontrolada a la Tierra durante los próximos días. Lo hará con una velocidad comparable a la de un meteorito y, posiblemente, con toda su integridad intacta debido a las características con las que se construyó en su día. Eso es lo que dicen la mayoría de las predicciones, aunque algunos expertos no están de acuerdo del todo. Lo que está claro es que la sonda Kosmos 482 está cada vez más cerca de la Tierra y que en algún momento no podrá aguantar más en la órbita en la que ha permanecido todos estos años y regresará a nuestro planeta.
Todo empezó con una publicación de blog de Marco Langbroek, profesor de conciencia situacional espacial en la Universidad Técnica de Delft (Países Bajos). Este señaló que el perigeo de Kosmos 482 ha entrado en un descenso peligroso que puede sacarlo de su órbita muy pronto. Según sus cálculos, dicha salida tendría lugar entre el 8 y el 12 de mayo. Inmediatamente después, se produciría la reentrada en la Tierra.
Desgraciadamente, esto es algo bastante habitual y lo seguirá siendo cada vez con más frecuencia. Se calcula que en el espacio hay alrededor de 10.000 toneladas de chatarra que pueden causar daños a satélites o naves e incluso, llegado el momento, desorbitar y caer en la Tierra. Un estudio de 2022 señaló que la probabilidad de que hay un 10 % de probabilidad de que un trozo de basura espacial caiga sobre un humano en la próxima década.
En definitiva, nada de esto debería sorprendernos. El problema es que Kosmos 482 tiene un riesgo añadido, ya que esta sonda soviética fue diseñada para soportar las inhóspitas condiciones de Venus. Eso le permitiría cruzar nuestra atmósfera sin apenas romperse, de modo que llegaría a la Tierra con toda su integridad. Vamos a ver cuál sería el riesgo; pero antes, comencemos con los orígenes de este objeto.
En 1970, la Unión Soviética se convirtió en el primer país en conseguir que una sonda aterrice en otro planeta y envíe información desde allí. Dicho éxito fue obra de Venera 7, una sonda soviética que logró enviar información muy útil sobre la temperatura o la presión características de Venus.
Con esta información básica, llegó el momento de poner en marcha un proyecto más complejo; que, como es lógico, sería bautizado como Venera 8. El objetivo de esta nueva misión era medir también la composición de la atmósfera, las nubes y la geología del planeta. Por eso, esta sonda soviética se dotó con instrumentos como un detector de vientos solares o un espectrómetro de rayos gamma, entre otros.
Se lanzó al espacio el 27 de marzo de 1972 y 3 meses después logró completar su misión con éxito. Sin embargo, cada sonda se enviaba con una gemela para asegurar que el cometido del proyecto se completaba. Solo 4 días después del lanzamiento de Venera 8 se envió una sonda soviética gemela con exactamente el mismo objetivo. Fue una suerte que la primera lograse llevar a cabo la misión, pues la gemela fracasó de inmediato.
En aquella época, la Unión Soviética obraba siempre de la misma manera. Primero se colocaban en una órbita de estacionamiento de la Tierra y, después, se lanzaban hacia sus objetivos con una quema del motor con una duración de aproximadamente 4 minutos. Si el motor fallaba o la quema no se completaba, las sondas se dejaban en dicha órbita terrestre y se les daba la designación de Kosmos. La gemela de Venera 8 llegó a la órbita de estacionamiento sin problemas; pero, una vez allí, un problema con la cuarta fase del cohete dejó abierta la posibilidad de escape únicamente durante 2 minutos. Al no alcanzar los 4 necesarios, no pudo seguir su camino hacia Venus y fue bautizada como Kosmos 482.
Mientras su gemela completaba su misión, Kosmos 482 comenzaba su periplo alrededor de la Tierra en una órbita muy elíptica con una gran altura en el apogeo, pero poquita en el perigeo. Eso significa que su punto más cercano a la Tierra se encontraba bastante bajo. Muy cerca de nuestra atmósfera.
En dicha órbita quedaron la sonda soviética y el cohete en el que se iba a impulsar hacia Venus. Sin embargo, tres meses después del lanzamiento, los dos objetos se separaron. Se calcula que es el tiempo que debería haber tardado en llegar a Venus. Por eso, inicialmente se pensó que debió de ser un automatismo. No obstante, con el tiempo se comprobó que fue algo deliberado. Automático o no, la cuestión es que en la órbita ya no había un objeto, sino dos: el cohete y la cápsula.
Puesto que hemos visto que su perigeo era muy bajo, el rozamiento causado por la cercanía de la atmósfera terrestre fue afectando a ambos objetos, causando que descendieran cada vez más. La situación se hizo insostenible para la nave, que fue destruida en 1981 al cruzar por completo la atmósfera de la Tierra. Sin embargo, la cápsula, mucho más resistente, ha seguido su camino desde entonces.
Marco Langbroek ha hecho un seguimiento de esta sonda soviética durante años y ha comprobado que su perigeo ha comenzado a descender más rápido de lo normal. Inicialmente, la órbita era de 9.800-210 km. Esto indica que su apogeo estaba a 9.800 kilómetros de altura, pero su perigeo muchísimo más abajo, a 210 kilómetros de la Tierra. Sin embargo, el 6 de mayo Langbroek midió una órbita de 277 x 143 km, con el apogeo bajando 16 km/día y el perigeo 2 km/día. Estos datos, además, son cada vez más rápidos.
Por lo tanto, la cápsula de Kosmos 482 podría atravesar finalmente nuestra atmósfera entre el 8 y el 12 de mayo. No se sabe exactamente dónde lo haría, pero se calcula que aproximadamente a una latitud de entre 52 grados norte y 52 grados sur. Eso deja a la mayoría de las grandes ciudades del mundo incluidas, pero también mucho océano y mucho desierto. El riesgo de que impacte en una zona poblada es bajo. Se sabrá cuando inicie la parte más veloz del descenso, pero en principio, si ocurre, el riesgo sería mínimo.
El problema con esta sonda soviética es que cuenta con un potente escudo térmico (las temperaturas de Venus alcanzan los 475 ºC) que la protegería durante la reentrada, de manera que mantendría su integridad. Lo más probable es que sus paracaídas, preparados para aterrizar en Venus, se hayan dañado en estos 50 años. Por lo tanto, caería en picado, llegando a alcanzar velocidades de 250 kilómetros por hora. Teniendo en cuenta su peso, de casi 500 kg, la energía del impacto equivaldrá a detonar un cuarto de kilo de dinamita. Los daños podrían ser localizados, pero bastante importantes.
Está claro que hay que tener esta sonda soviética bajo control, aunque no todos los expertos están de acuerdo en que su riesgo sea tan alto. El astrofísico y divulgador científico Daniel Marín, por ejemplo, considera muy poco probable que se produzca el impacto. Según él, el perigeo no ha cambiado tanto como para que suponga una preocupación cercana. Además, añade dos datos tranquilizadores. Por un lado, que podría ser que su escudo término se haya dañado en todos estos años y, por lo tanto, sí que se queme al cruzar la atmósfera. Y, por otro, que en realidad no sea la cápsula, sino alguna pieza del cohete, menos protegida y, por lo tanto, susceptible de convertirse en trozos pequeños.
Sea cual sea la opción, no deberíamos temer demasiado a esta sonda soviética. Si llega a convertirse en un problema, lo sabremos, pero las probabilidades de que se convierte en un peligro son especialmente bajas.