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Hace poco, un grupo de investigadores halló sedimentos en el fondo del océano Pacífico con grandes cantidades de berilio-10. La presencia del isótopo no resultó extraña por sí misma, pero sí lo fue que se acumulara en concentraciones tan altas hace unos 10 millones de años. Un fenómeno anómalo provocó ese pico de berilio-10. Hoy la ciencia debate la naturaleza de aquel evento: ¿surgió en el océano o llegó desde el espacio profundo tras la explosión de una estrella masiva?

Un artículo reciente en Astronomy & Astrophysics explora la posibilidad de que ese hallazgo marino señale una supernova ocurrida hace 10 millones de años, cuando la Tierra atravesaba el Mioceno Tardío. Los autores no descartan esta hipótesis, ya que el berilio-10 surge directamente del impacto de partículas de alta energía contra la atmósfera terrestre.

No son pocos los estudios que señalan que durante sus casi 4,600 millones de años de existencia, la Tierra ha caminado por cementerios de estrellas muertas y guardado en su superficie las huellas de esos encuentros. Uno de ellos, por ejemplo, vincula los residuos de la explosión de una estrella con un pico evolutivo en los virus de un lago africano hace 2.5 millones de años.

El campo presenta grandes retos, pues, entre otras cosas, implica reconstruir la ruta del sistema solar alrededor de la Vía Láctea así como la trayectoria de posibles partículas lanzadas por una hipotética supernova.

En este nuevo reporte, los astrónomos partieron de la ubicación y datación del pico de berilio-10 en el Pacífico y rastrearon si alguna estrella masiva coincidió con la Tierra en ese momento, en una región cercana. El estudio concluye que existe un 68% de probabilidad de que al menos una supernova explotara a unos 362 años luz de distancia, entre 11 y 10 millones de años atrás.

Los investigadores también señalan que, de los 2,700 cúmulos estelares mapeados, al menos 19 superan el 1% de probabilidad de haber producido una supernova cercana al Sol. Cuanto más próximo se encuentra el cúmulo, más se ajusta la estadística.

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Aunque los datos refuerzan la hipótesis de que la Tierra recibió partículas de supernova en aquella época, los autores piden cautela. La anomalía de berilio-10 solo aparece en un océano. Para consolidar la teoría, deberían encontrarse isótopos de la misma edad en otros lugares del planeta. Además, faltan otras huellas clásicas de explosiones cósmicas, como el hierro-60, en ese mismo intervalo.

“En conclusión, encontramos que una supernova cercana sigue siendo una posible explicación para la anomalía de berilio-10, especialmente dada la proximidad del sistema solar a la región de Orión durante ese período. La probabilidad de supernova estimada es distinta de cero a 35 parsécs y aumenta con la distancia, con ASCC 20 y OCSN 61 emergiendo como los grupos de candidatos más prometedores”, escribieron los autores.

Las supernovas pueden destruir la vida en la Tierra si ocurren demasiado cerca. Hoy los cálculos sitúan la distancia segura en al menos 50 años luz. Una explosión a menos de 10 años luz se considera altamente peligrosa y capaz de provocar una extinción masiva por la radiación gamma que liberaría.

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